A las buenas. Hoy voy a hablar un poco de una de las
obras con más reconocimiento en el mundo del cómic americano de mediados de la
década de 1980: Ronin, escrita y dibujada por uno de los autores más
influyentes del medio, Frank Miller.
Originalmente fue editada a lo largo de 1986 en los
USA en formato prestigio de mano de DC Comics, siendo recopilada en tomo único
con posterioridad. En España ha tenido multitud de ediciones y reediciones,
siendo la más reciente y fácil de encontrar la que ha publicado este mismo mes
de Marzo de 2014 ECC, en un tomo que recoge los seis prestigios. Eso sí, nada
de tapa dura, siendo la edición en rústica.
La historia cuenta la historia de un ronin (un
guerrero sin nombre ni amo) que tras enfrentarse con el demonio que mató a su
señor en el Japón feudal tiene que resurgir para enfrentarse de nuevo a su
adversario, en esta ocasión en el siglo XXI, en una sociedad decadente dominada
por las grandes corporaciones.
Vaya por delante que esta obra marco en cierto
sentido un antes y un después en la historia del cómic estadounidense. Forma
parte de la “nueva ola” de grandes obras que sacudió la industria en la
fructífera década de los ochenta, tales como V de Vendetta, Wachtmen,
Daredevil, la Cosa del Pantano, Thor de Simonson, los 4 Fantásticos de Byrne,
Batman Año Uno o El Regreso del Caballero Oscuro.
Algunos de los cómics que he mencionado
anteriormente tienen un denominador común y ese es Frank Miller. El mismo autor
que conto algunas de las mejores historias jamás contadas de personajes
fundamentales como son Batman y Daredevil, cuenta en su haber con una obra más
personal, con la que contó con total libertad a la hora de construir el relato.
Es vox populi que Miller introdujo en el ámbito
estadounidense influencias orientales mediante la publicación de Ronin. No es
tampoco ningún secreto que el propio autor empleo influencias de mangas
archiconocidos como “El lobo solitario y su cachorro”, amén de muchos recursos
narrativos más propios de un manga que de un cómic americano estándar de
superhéroes.
La crítica social, otro de los rasgos más
característicos del autor, es bastante palpable en esta obra. No hay más que
ver como las grandes compañías son denostadas en este cómic y poco menos que
villanizadas. Por cierto, mucho del ambiente urbano de Ronin me ha transportado
de inmediato al del “Regreso del Caballero Oscuro”, en especial con los
pandilleros que parecen repetirse en ambas historias.
El relato es fascinante, por lo bien que intercala
el clasicismo y orientalismo de las escenas con influencia más japonesa con la
suciedad y el toque “punk” de aquellas más urbanitas. Magistral es como van
confluyendo ambas líneas temporales, dando lugar a un in crescendo de esos que
perviven en la memoria.
El llevar al héroe, el protagonista, al momento más
crítico de su vida es algo que bombea constantemente los tebeos de Frank
Miller, y este no va a ser una excepción. Ya lo hizo con Batman en “el Regreso del
Caballero Oscuro” y con Daredevil en el mítico “Born Again”. La diferencia es
que la propia caída es la primera toma de contacto que tiene el lector con el
Ronin, mientras que en los casos anteriores se trataba de personajes ya
asentados que alcanzaban un clímax.
Sobre el dibujo, si bien es cierto que en ocasiones
Miller puede ser un tanto feista, no es menos cierto que su arte posee una
fuerza y una garra que ya quisieran muchos. Algo tiene su estilo, puesto que
destila un pulso y una energía envidiables.
Eso sí, ya he mencionado que en esta obra se detecta
influencia japonesa. Hay planos que parecen sacados directamente de cuadros
orientales. La narrativa es otro buen ejemplo de esta influencia. Las escenas
de las batallas son todo un deleite para los sentidos y es todo un placer el
comprobar como Miller innova y experimenta con las composiciones de página,
aunando estilos.
La única pega que le pondría a Ronin es que se
desinfla un poco en la parte central de la historia. La obra empieza con
tantísima fuerza que frena un tanto el carro, mostrándose ligeramente alargada
en cuanto su desarrollo. Por fortuna, hacia la recta final la montaña rusa
vuelve a acelerar y a darnos un final de órdago.
En definitiva, Ronin es una de esas obras que ha de
leerse para entender como el cómic americano experimentó un gran avance en la
década de 1980. Desde luego, Frank Miller es historia viva del medio (pese a
alguno de sus trabajos más recientes).
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