A las buenas. Hoy quisiera tratar un tema que me corroe desde hace tiempo: el cómic como arte subjetivo.
Como muchos ya sabréis, es frecuente encontrar en artículos de opinión, comentarios en facebook, reseñas en revistas o incluso en una conversación informal, que tal o cual persona define a un cómic como bueno o malo, usando frases como “este cómic es bueno” o “este cómic es muy malo”. Ojo, no incrimino a nadie en particular, yo mismo he pecado de esa actitud.
Pues bien, es de Perogrullo, pero realmente un cómic es algo subjetivo, un arte del que todo el mundo puede tener su opinión y no apreciar una misma obra de igual forma. Vamos, lo que toda la vida se ha venido llamando “tener diferentes puntos de vista”.
Es indudable que hay mucha gente que puede más o menos coincidir en que, por ejemplo, el Animal Man de Morrison les parece la leche o en que Invasión Secreta les parece un rollo. Pero de igual forma también existen personas que piensan que el Animal Man es un coñazo y que Invasión Secreta es la mejor macrosaga del mundo mundial. ¿Cuál de las dos posturas es la acertada? Pues mire usted: las dos.
Ni la opinión del que valora de forma positiva ni del que lo hace de forma negativa. Ni siquiera del colectivo que se inclina en mayor número de miembros por alguna de las dos inclinaciones. Y es que la postura de cada uno es muy valiosa y conforma un propio criterio personal.
Mucha gente se autoproclama conocedora de la verdad absoluta y de que su opinión acerca de lo que debe ser un buen tebeo es la única capaz de sentar cátedra. Cosa que no comparto. Cada uno de nosotros tiene unos gustos que se deben de valorar y es importante la opinión versada y expresada por cada persona, siendo igual de valiosa y teniendo el mismo peso.
Y siempre se debe de respetar el que las opiniones difieran. El que yo valore de una forma u otra el trabajo de Morrison o el de Kurt Busiek no es motivo para hacer de menos mis comentarios y opiniones. Somos libres de escoger nuestro propio criterio sin que tenga que venir nadie a decirnos que no es el acertado.
El paladar y el gusto por unas determinadas obras no hace que un determinado lector de comics no tenga cultura comiquera y un aprecio menor por los cómics que un aficionado que opte por una postura diferente.
Es muy fácil, demasiado, pretender ser el rey de la colina y que solo tú tienes razón, pero eso en el campo que nos ocupa no es cierto. Pasa lo mismo en otros ámbitos como el cine o la música. Una obra no es buena o mala por que así lo dicten los criterios de unos elegidos. O por lo menos no lo será objetivamente, que es donde quiero ir a parar.
Ese es el meollo del asunto. Cada uno puede dar su opinión libremente, pero siempre dentro del ámbito de lo subjetivo y aplicado a sus propias valoraciones personales, sin la intención de sentar cátedra, ni mucho menos. Recordad, ni siquiera el que un colectivo coincida en las opiniones vertidas sobre la calidad intrínseca de algún cómic, lo convierte en algo objetivo.
Cada uno de nosotros valoramos las diferentes cualidades y defectos de las obras de la forma más adecuada: según nos gusta lo que leemos o no. Ese es el mejor juez que nos va a servir a la hora de adecuar o no los tebeos: lo que nos guste a nosotros.
A partir de ahí, cualquier intento de disuadir a un lector que el Hulk de Peter David es malo pese a que a esa persona le ha gustado mucho o de decirle a alguien que opina que Kick Ass es una maravilla pese a que a ese lector le ha defraudado, es perder el tiempo.
Esto es así debido a que las valoraciones personales no entienden del término “objetivo” y siempre van a pesar en lo “subjetivo”, en lo que le ha gustado o no. Y eso deberíamos aprenderlo muchos: la apreciación personal es algo que deberá valorarse, y no pretender los críticos convertir lo subjetivo (opinión personal) en objetivo (valoración neutra).
En un mundo como el del cómic, esto no se puede hacer por que cada cabra irá tirando a su monte y los lectores no somos tontos, y siempre iremos hacia lo subjetivo, independientemente de quienes traten de imponer su valoración queriéndola convertir en subjetiva.