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3 abr 2014

RONIN


A las buenas. Hoy voy a hablar un poco de una de las obras con más reconocimiento en el mundo del cómic americano de mediados de la década de 1980: Ronin, escrita y dibujada por uno de los autores más influyentes del medio, Frank Miller.








Originalmente fue editada a lo largo de 1986 en los USA en formato prestigio de mano de DC Comics, siendo recopilada en tomo único con posterioridad. En España ha tenido multitud de ediciones y reediciones, siendo la más reciente y fácil de encontrar la que ha publicado este mismo mes de Marzo de 2014 ECC, en un tomo que recoge los seis prestigios. Eso sí, nada de tapa dura, siendo la edición en rústica.

La historia cuenta la historia de un ronin (un guerrero sin nombre ni amo) que tras enfrentarse con el demonio que mató a su señor en el Japón feudal tiene que resurgir para enfrentarse de nuevo a su adversario, en esta ocasión en el siglo XXI, en una sociedad decadente dominada por las grandes corporaciones.

Vaya por delante que esta obra marco en cierto sentido un antes y un después en la historia del cómic estadounidense. Forma parte de la “nueva ola” de grandes obras que sacudió la industria en la fructífera década de los ochenta, tales como V de Vendetta, Wachtmen, Daredevil, la Cosa del Pantano, Thor de Simonson, los 4 Fantásticos de Byrne, Batman Año Uno o El Regreso del Caballero Oscuro.

Algunos de los cómics que he mencionado anteriormente tienen un denominador común y ese es Frank Miller. El mismo autor que conto algunas de las mejores historias jamás contadas de personajes fundamentales como son Batman y Daredevil, cuenta en su haber con una obra más personal, con la que contó con total libertad a la hora de construir el relato.

Es vox populi que Miller introdujo en el ámbito estadounidense influencias orientales mediante la publicación de Ronin. No es tampoco ningún secreto que el propio autor empleo influencias de mangas archiconocidos como “El lobo solitario y su cachorro”, amén de muchos recursos narrativos más propios de un manga que de un cómic americano estándar de superhéroes.

La crítica social, otro de los rasgos más característicos del autor, es bastante palpable en esta obra. No hay más que ver como las grandes compañías son denostadas en este cómic y poco menos que villanizadas. Por cierto, mucho del ambiente urbano de Ronin me ha transportado de inmediato al del “Regreso del Caballero Oscuro”, en especial con los pandilleros que parecen repetirse en ambas historias.









El relato es fascinante, por lo bien que intercala el clasicismo y orientalismo de las escenas con influencia más japonesa con la suciedad y el toque “punk” de aquellas más urbanitas. Magistral es como van confluyendo ambas líneas temporales, dando lugar a un in crescendo de esos que perviven en la memoria.

El llevar al héroe, el protagonista, al momento más crítico de su vida es algo que bombea constantemente los tebeos de Frank Miller, y este no va a ser una excepción. Ya lo hizo con Batman en “el Regreso del Caballero Oscuro” y con Daredevil en el mítico “Born Again”. La diferencia es que la propia caída es la primera toma de contacto que tiene el lector con el Ronin, mientras que en los casos anteriores se trataba de personajes ya asentados que alcanzaban un clímax.

Sobre el dibujo, si bien es cierto que en ocasiones Miller puede ser un tanto feista, no es menos cierto que su arte posee una fuerza y una garra que ya quisieran muchos. Algo tiene su estilo, puesto que destila un pulso y una energía envidiables.

Eso sí, ya he mencionado que en esta obra se detecta influencia japonesa. Hay planos que parecen sacados directamente de cuadros orientales. La narrativa es otro buen ejemplo de esta influencia. Las escenas de las batallas son todo un deleite para los sentidos y es todo un placer el comprobar como Miller innova y experimenta con las composiciones de página, aunando estilos.

La única pega que le pondría a Ronin es que se desinfla un poco en la parte central de la historia. La obra empieza con tantísima fuerza que frena un tanto el carro, mostrándose ligeramente alargada en cuanto su desarrollo. Por fortuna, hacia la recta final la montaña rusa vuelve a acelerar y a darnos un final de órdago.

En definitiva, Ronin es una de esas obras que ha de leerse para entender como el cómic americano experimentó un gran avance en la década de 1980. Desde luego, Frank Miller es historia viva del medio (pese a alguno de sus trabajos más recientes).

Como curiosidad, no puedo dejar de comentar que Ronin fue una de las influencias de Eastman y Laird a la hora de crear a las archiconocidas Tortugas Ninja.





21 ene 2011

DAREDEVIL: EL HOMBRE SIN MIEDO

Si el origen de Daredevil, el Hombre sin miedo, había sido contado y recontado en varias ocasiones, como en el Nº 1, en el Nº 53 y en el Nº 164 USA, hay una actualización que se diferencia de las demás, y esa es la serie limitada de 5 números  publicados en USA a lo largo de 1994, titulada  “Daredevil. The Man Without Fear” (Daredevil: El Hombre sin Miedo).






Dicha historia ha sido publicada en España en dos ocasiones: la primera de mano de Forum en un tomo de la colección “One Shot”, en tapa blanda, y otra por parte de Panini en un volumen de tapa dura, dentro de la colección “Best of Marvel Essentials”.

Antes he mentido. Hay algo que tienen en común el Nº 164 USA de Daredevil y la presente serie limitada, y es que en ambos cómics participa Frank Miller, uno de los mayores genios del mundo del Cómic, autor de Obras Maestras consagradas como Batman: Año Uno, Ronin o Batman: Dark Knight Returns.

Pero hay que tener presente que en el mencionado Nº 164 USA, Miller se limitaba a ilustrar una reinterpretación relativamente fiel del Nº 1 USA de la serie, guionizada por Roger McKenzie, en “The Man Without Fear”, se da la vuelta a la tortilla, y Frank Miller se ocupa del guión, dibujando John Romita Jr., otro de los monstruos del cómic.






En esta ocasión, Miller no se limita a volver a contar lo narrado en el origen clásico del personaje, sino que lo expande, lo reinterpreta, lo enriquece, haciendo juego de lo que se conoce como “retrocontinuidad” (esto es, añadir elementos de nuevo cuño pertenecientes al pasado, pero haciendo como que siempre han estado allí.)

Se crea un trasfondo nuevo para el personaje, incorporando elementos que ya había tratado en su previo paso por la serie regular de Daredevil, como es la presencia de Stick (creación del autor, haciendo uso de la mencionada retrocontinuidad), Kingpin, o incluso, se atreve a rizar el rizo, recontando el origen de Elektra, personaje fetiche de Miller.

Todos los elementos reconocibles en un cómic de Miller (del Miller de la época, aclaro) están presentes en la atmósfera de la serie limitada: los personajes duros, las frases lapidarias y contundentes, el ahondar en la psicología de sus criaturas, sus enormes (en todos los sentidos) cuadros de texto que nos meten dentro de la cabeza de los personajes del cómic, quienes dejan de ser eso y se convierten en personas reales.






Los dibujos de John Romita Jr. son los idóneos para la historia. Sabe plasmar la dureza de las calles, invistiéndolas de la suciedad que requieren las historias urbanas de Miller, pero a la vez, saber dotar de la belleza y pureza aquellas escenas que así lo necesitan, como Matt y Elektra en la nieve.

Romita Jr. es un excelente narrador, de los que destilan arte por los cuatro costados, y conjuga a la vez el saber contar una historia y el hacerlo con espectacularidad, como puede dar fe cualquiera que se asome a las páginas de esta obra. Y si lo que cuenta es una historia con guión de Miller, el resultado es una Obra Maestra.

En resumen, este cómic es uno de los grandes de la Marvel, y es recomendable para cualquier lector, sobretodo para aquellos que gusten de un cómic de superhéroes sin superhéroes.